Rosa de Zinacantan (parte 1)
“Al llegar a San Cristóbal, el primer lugar donde Rudy me llevo para visitar fue Zinacantan, o más preciso, la casa de Rosa. Me vistieron de Zinacanteca, me pusieron hacer tortilla y nos tomamos fotos a las cuales regreso siempre con una sonrisa de nostalgia. Esta excursión marco el inicio de nuestra historia de pareja. Desde entonces me quede a vivir en San Cristóbal con mi guía favorito. Por eso la historia de Rosa es importante para nosotros y te la queremos contar”… [Monika]
Rosa de Zinacantan
Me contaba Rosa que cuando su abuela era niña, la mama de esta le enseño a bordar. “Hija tienes que aprender el oficio, lleva tiempo pero veras que somos buenas haciendo esto”, le decía su abuela al mismo tiempo que le mostraba como colocarse en el telar de cintura.
En ese entonces no había diseños de flores sobre la ropa: se utilizaban colores básicos, el blanco y el rojo predominaban la vestimenta, combinación que a lo lejos y con la resolana del sol se mezclaban dando un tono de color rosa. El pastoreo de borregos brindaba a su familia la materia prima para obtener el hilo que después serian transformados en ropa.
Cuando Rosa creció, ya tenía el conocimiento de varias generaciones de artesanas con ella. Junto al fogón de su casa, se colocaba en el telar de cintura y perfeccionaba su arte día tras día.
Hace quince años cuando conocí a Rosa Pérez, me invito amablemente a conocer su casa. Un letrero en la parte de afuera “artesanías San Sebastián” anunciaba el escaparate que ella y su familia confeccionaban. “Cuando los turistas bajan del camión en el parque, mis hijas los invitan para conocer la casa, algunos de ellos compran artesanías y así nos ganamos un dinero”. Tuve la suerte de sentarme al lado de ella y de sus hijas Antonia y Estela, y aprender con ellas entre pláticas y risas a echar tortilla en un comal sobre el fogón ardiendo. En medio de la cocina con un montón de trastes colgados en la pared de adobe. Rosa se reunía con sus hermanas y sobrinas, se sentaban a desgranar las mazorcas y una vez que la cubeta casi rebalsaba, llevaban los granos de elote al molino para obtener la masa. “El molino no está lejos, con una cubeta nos alcanza para echar tortilla por varios días, ándale cómele que están bien calientitas. Cuando tenemos fiesta usamos el comal más grande, ese que ves ahí” me dijo, señalando un comal enorme, del tamaño de la llanta de un tráiler, “Ah burro! ese es para darle de comer a una cuadrilla de panzudos”, expresé y me reí con ellas al mismo tiempo que le echaba más pepita de calabaza molida a mi tortilla, “Que rica esta!” le dije.
“Ahora ya estamos bordando flores de diferentes colores sobre el vestido. Es más fácil conseguir el hilo,. Lo traen en camiones y lo venden en el parque los fines de semana. Lo compramos a buen precio, nos hacen un descuento por mayoreo” dijo orgullosa mirando algunas prendas terminadas.
Crisantemos, rosas, claveles y otras variedades de flores se siembran en las orillas del pueblo. El clima templado de la región favorece su cultivo. Se crearon cooperativas para poder acceder a los programas de apoyo gubernamental y se ha instalado toda una red de invernaderos que ha fortificado esta actividad, fomentado a la economía local con su distribución y exportación a varias partes de México y al extranjero. Muchas de las familias que por generaciones han cultivado el maíz, ahora están acondicionando sus tierras para sembrar rosas.
La historia continuara….
[autor: Rudy Robles. Derechos de autor reservados por Experiencias Chiapas]
Para conocer el pueblo de Zinacantan y la casa de Rosa, ofrecemos la experiencia de Costumbres de los pueblos indigenas