Rosa de Zinacantan (parte 2)

Caminando por la plaza principal de Zinacantan se aprecia la iglesia de San Lorenzo Mártir, es uno de los más de 50 templos afectados en su estructura por el sismo del pasado 7 de septiembre. Los trabajos de restauración siguen, mientras tanto se ha improvisado un techo para albergar a los Santos, algunos de ellos tan viejos como la misma iglesia. Las campanas siguen sonando tres veces al día, así es la costumbre y no puede cambiarse, esa es la encomienda de los sacristanes.

Es el mes de agosto y los preparativos para la celebración de San Lorenzo Mártir, patrono del pueblo han comenzado, el santo representa la esperanza de la gente para que les vaya mejor cada día. “¿Vas a venir?” me preguntó Rosa, “la Iglesia se llena de flores, todas de acá, tantas que no cabe ni una sola más. Todo el pueblo se reúne ahí. Hay conjunto tocando todo el día y se pone bien alegre ya lo veras…”.

Regrese a los días siguientes y quede sorprendido por el mar de colores que de los trajes regionales ofrecen a la vista. La gente orgullosa de sus tradiciones no se perdían la festividad. Los mayordomos de la iglesia, cargos conferidos según la costumbre del lugar encabezaban los festejos, ataviados con ropa elegante, con un chin chin en la mano y pasos lentos y coordinados, danzaban frente a la iglesia.

El interior de la misma estaba llena de humo, el olor a copal te impregnaba la ropa y los sentidos, estaba repleto de flores y los santos vestían también la ropa tradicional, en el techo banderas de color en las que se leía ¡Viva San Lorenzo Zinacantan!

Los músicos con violín, arpa, acordeón y guitarras de doce cuerdas interpretaban música de aquellos tiempos cuando el español no se conocía en esta zona. Colocados en una esquina de la nave principal de la iglesia trasmitían con cantos místicos paz y alegría. Me acerque a uno de los mayordomos, que portaba su bastón de mando y paliacate de color rojo envuelto sobre su cabeza, lo salude con respeto y me quede a su lado a observar los rituales, me comento que la canción que se escuchaba en ese momento es el Bolom Chon. “La canción habla del jaguar que habita en la selva, Bolom es jaguar o tigre, es el animal que cuida a las almas y en la fiesta baila”. Se siente que la devoción y la fe envuelven el lugar en un viaje fuera de lo real, deteniendo el tiempo por un momento.

Desde entonces, me hice amigo de Rosa y su familia, cada vez que tenía oportunidad visitaba Zinacantan, poco a poco fui conociendo más costumbres y significado de la zona.

Algunos años después la salud de Rosa se vio afectada seriamente, sus hijas tuvieron que tomar las riendas del negocio familiar. Un día, cuando regrese a visitarlas, no encontré a Rosa. Su hija Antonia me dijo: “ya no está aquí, se fue para reunirse con su abuela, están descansando juntas en lo alto de la montaña, su alma es ahora guardiana del pueblo…”